La dificultad viene cuando se me ocurre la osadía de explicar ya en la Edad Moderna a la reina Juana de Castilla, a la que se conoce por la Loca. No, maestra será aquella de arco. Así pues la imagen superior corresponde a Juana de Arco (1412-1431) vestida por su armadura y espada, en un momento de pleno recogimiento tocada por un aureola de santidad, la Doncella de Orleans. Claro la de Arco, se encuentra atrás en el tiempo en el contexto de las luchas entre ingleses y franceses, la Guerra de los Cien Años, que duró más de cien. Y Juana la de Arco, a la hoguera.
Ahora el retrato de la Beltraneja (1462-1530). Apodo como nó, dado a la hija de Enrique IV de Castilla, legítima heredera de los territorios castellanos (todavía no llegó la Ley Sálica). Siempre la paternidad de Enrique IV fue motivo de sospecha ya que nunca más tuvo hijos, ni con su primera mujer, sólo a la Beltraneja, que se sospechaba que era hija de Beltrán de la Cueva. Pues que a la muerte de este entra en una guerra civil con su tía Isabel (la conocida por la Católica). Ya se saobe quién vence. La Beltraneja lo perderá todo hasta los títulos nobiliarios, siendo destituida hasta del rango de reina consorte en Portugal. Mala suerte.
Ya estoy aquí. La destichada Juana, a la que apodaron la Loca, hija de la reina católica, casada con Felipe el Hermoso, madre del único emperador de la historia de España. Su vida biografía transcurre entre 1479 y 1555, albergando los siguentes títulos: reina propietaria de Castilla y de León, de Galicia, de Granada, de Sevilla, de Murcia y Jaén, de Gibraltar, de las Islas Canarias y de las Indias Occidentales (1504 – 1555), de Navarra (1515 – 1555) y de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Nápoles y Sicilia (1516 – 1555), además de otros títulos como condesa de Barcelona y señora de Vizcaya, títulos heredados tras la muerte de sus padres. Casi nada. Añadimos ahora que doña Juana estuvo encerrada toda la vida en el casa-palacio-cárcel de Tordesillas, acompañada en una primera época por su hija Catalina, hasta que esta marcha para casarse. Empeorando el estado mental de la reina, que si estaba, triste, tenía depresión, también era heredado (por parte de su abuela), la ausencia del esposo, el maltrato por parte de sus cuidadores, claro cuarenta años allí, sí que perdió el juicio. Pero nunca dejó de ser reina. Siempre que lo cuento me da pena la reina Juana.